Ese día nos levantamos a las 4:00 de la madrugada. Cuando salí de la tienda iglú miré hacía arriba y me quedé impresionado. El cielo estaba plagado de estrellas, nunca lo había visto así. La altitud a la que estabamos, la limpieza de la atmosfera, la nula contaminación lumínica y la situación de los astros (completamente distinta a la que se puede observar en el hemisferio Norte) conformaban un espectaculo asombroso.
Empezaba bien el día y todo hacía presagiar que nuestro esperado encuentro con la Ciudad Perdida de los Incas cumpliría todas nuestras expectativas. Después de dos horas de caminata llegamos al Inti Punko (Puerta del Sol) y allí, ante nosotros aparecía, todavía gris y lejana, la silueta de sus muros y viviendas. Unos minutos después, los primeros rayos del sol iluminaron Machu Picchu y con ellos la ciudad cobró un esplendor majestuoso. Una imagen que quedó grabada en nuestras retinas y en nuestros corazones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario